Quien venga a dudar de la potencia de un fenómeno como es el Mobile World Congress no entiende en qué mundo vivimos. Y quien no quiera entender en qué mundo vivimos es mejor que se aleje de gestionar en cualquier tipo de ámbito. El mundo en qué vivimos no es un elemento estanco, impenetrable, inmóvil. Es un medio, y además, un medio permeable, esponjoso y dinámico. Solo de nosotros depende que sea un mundo mejor, pensado hacia las personas, solidario, sostenible. Pero no podremos actuar sobre él sin contar con él y desde su configuración actual, (que también podemos, y deberíamos llegar a modificar).
En el ámbito de un progreso global, planetario, el entorno digital, las comunicaciones y la energía son cruciales, críticos. Y ahí, con una visión de futuro inteligente, se posicionó la ciudad de Barcelona en su día, adquiriendo los derechos de organización de un congreso del que está pendiente el planeta entero.
Ya en su momento vivió otros éxitos transnacionales como lo fueron los "Sonimag", del que este humilde escribiente era asiduo.
Las cifras asustan y generan la mayor envidia sana, lógica en otras metrópolis; En otras urbes económicamente potentísimas hoy en día, y que están "a la caza" de eventos de este tipo por lo que suponen, ya no solo de impacto directo en la economía local, sino de influencia también global en el desarrollo de nuestras sociedades. Más de 40 campos de fútbol de extensión expositiva; El mayor número de ejecutivos de más alto nivel, (los que deciden cómo se comunicará nuestra existencia en el planeta), reunidos ahí; La expectativa de los mayores avances que en breve serán parte de las vidas de todo el mundo; Casi 200.000 personas accediendo a todo tipo de servicios: Alojamiento, turismo, compras, restauración. Más de 13.000 puestos de trabajo generados para el evento. Lo dicho, una envergadura y una resonancia que asustan.
¿Quién querría cargarse eso? ¿Quién querría devaluarlo, perderlo, despreciarlo, ponerlo en entredicho, en riesgo?
La alcaldesa de Barcelona, doña Ada Colau, la especialista en postureo y ejemplo tutor de ciertos gobernatillos en llamar la atención y vociferar chorradas para oídos que ya parecen escuchar lo que antes solo oían sin percatarse de la grandes mentiras de los populismos más peligrosos que han pasado por múltiples ciudades españolas en estos últimos tiempos.
Salvo casos muy concretos, la paralización es total. A pesar de entornos aparentemente más favorables y desde posiciones de gestión importantes, solo han sido capaces de frenar, de detener de destruir, de emponzoñar.
Y ¿quién pagará los platos rotos? ¿Sobre quién se cargará el coste y el esfuerzo que supondrá re-engrasar la maquinaria y volver a ponerla en marcha si es que el "ferruxe" no la ha bloqueado del todo? ¿Pagaría la Colau la factura de perder el MWC por el simple hecho de ofertar una falta de respeto a sus representados con la descortesía institucional que provocó con su colega de pasquines Roger Torrent, a la sazón el actual President del Parlament Catalá?
No. Lo pagaría Barcelona entera, Cataluña entera, España entera. Y nos solo el "coste" del gran impacto que supondría que Dubai o París (que se frotan las manos) se llevasen el MWC, que aún está comprometido con Barcelona hasta 2023 y para el que casi ya no "hay sitio" en 2019.
Cambiemos el mundo. Empecemos por "cambiar" a los que lo ponen en peligro conscientemente y solo viven en el cortoplacismo de su incapacidad, de sus desvaríos imposibles y de su mala uva.